martes, 18 de marzo de 2008

Los disparos de Tejero

Han pasado 26 años desde que un 23 de Febrero, en plena investidura de Calvo Sotelo como segundo presidente del gobierno, el Teniente Coronel de la benemérita Guardia Civil, Antonio Tejero, irrumpiese en el Congreso de los diputados al grito de “quieto todo el mundo”.

De aquel 23F poco se ha sabido y, lo que se sabe, es un mentira fabricada a conveniencia de quienes escriben la historia. Para los que nos creemos casi nada de lo que no nos cuenta el sistema, resulta doloroso que hayan pagado justos por pecadores en una intentona golpista diseñada por el zángano de la Zarzuela con el beneplácito del PSOE. Un gran número de militares y guardias civiles fueron procesados cuando solo cumplían órdenes.

Tejero, lejos de querer instaurar para España otra dictadura, tan sólo pretendía detener la sangría de la que por aquella época eran víctimas las fuerzas de seguridad del estado, sin duda, aquel susto sirvió para que no se enterrase como si nada por la puerta de atrás, casi casi a escondidas, a las víctimas de una ETA que por aquel entonces parece que para algunos era buena. Fallaron las formas, sin duda, pero los motivos por los que Tejero irrumpió engañado en el Congreso son más que loables. Probablemente nuestra, cada vez más enferma democracia, se hubiera muerto hace años si no es por aquel susto.

No es momento de juzgar ahora aquel hecho. De aquello, además de algunas imágenes y el recuerdo de algunos, quedan los disparos que un día el Teniente Coronel lanzase al aire, mucho ruido y pocas nueces. Disparos a los que solo un diputado, el Teniente Coronel Mellado, fue capaz de plantar cara mientras que el resto de diputados, incluido el presidente de gobierno, se tiraba al suelo con el semblante blanco ¡menudos valientes!. Dicen que también Fraga y Blas Piñar le echaron huevos, aunque de aquello no hay constancia alguna.

Lo cierto es que aquellos disparos han quedado en la bóveda del hemiciclo para que los golpistas, hoy revestidos de demócratas de toda la vida, cuenten la película a su manera y echen las culpas al Teniente Coronel Antonio Tejero, un hombre que pagó los platos rotos de otros, entre ellos del embriagado cazador de esos de nariz borbónica.

Lo que pocos saben es que Antonio Tejero, además de pagar el golpe con largos años de cárcel, tuvo que pagar cerca de un millón de las antiguas pesetas de su bolsillo para reparar los agujeros que las balas dejaron en los techos del Congreso de los diputados aquel 23F. Un millón de las antiguas pesetas del que no se ha vuelto a saber nada y que nunca fue utilizado para reparar unos agujeros que aún permanecen en el hemiciclo.

Sí los agujeros aun siguen allí ¿qué pasó con el dinero? Pues probablemente se lo han repartido los que nunca han dudado en robar de las arcas del estado a paso de tango o paso doble, porque al final, unos y otros, siempre han sabido repartirse muy bien el botín.

Así funcionamos en este país.

Flecha

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El Parlamento Gallego ha aprobado una resolución para que no se puedan dedicar calles en Galicia a Fraga Iribarne, Suárez o Gutiérrez Mellado.

Anónimo dijo...

Uno de los pagos que tuvieron que hacer los condenados por el 23F consta en sentencia para reparar las moquetas del congreso. Esto es, porque se había meado algún diputado.

Tejero, víctima del sistema corrupto. Un héroe, sin duda.

Otro muchos militares se merecen que algún día, junto a Tejero, les sea restaurado su honor.